Siempre recalco que no soy gran pescador, como buen autodidacta solo me guío por lo que leo, veo y las horas de pesca que me enseñan con el tiempo, idea que resumo al decir que “pesco a mi manera”, la que evoluciona con el tiempo, con los años y con mis sentimientos.
He aquí sentimientos vedados para el común ser humano, me refiero a los sentimientos y sensaciones que comienzan a fluir allí, junto a las aguas que pescamos. En cada nueva jornada me regocijo con la posibilidad de saber en qué momento capturaré mi primer pez. Para lo cual es fundamental tener plena confianza en el equipo que uso, caña, línea, mosca, solo así encuentro la paz que dará inicio al trance.
El agua tiene algo mágico, su fluir nos limpia de
preocupaciones, de malas vibras y de todo aquellos que nos agobia. El agua tiene algo mágico porque nos guarda el misterio que alberga sus profundidades, con sombras
y siluetas que alimentan nuestra imaginación de pescador, alberga la esperanza de que en sus
profundidades esta ese gran pez que todo pescador sueña capturar.
Con el pasar del tiempo me dejo abstraer con el canto de las aves, el murmullo del agua y el suspiro del viento a través de los árboles, es cuando descubro que estoy allí porque solo en ese lugar encuentro la tranquilidad y armonía para escucharme y sentirme vivo.
Con el pasar del tiempo me dejo abstraer con el canto de las aves, el murmullo del agua y el suspiro del viento a través de los árboles, es cuando descubro que estoy allí porque solo en ese lugar encuentro la tranquilidad y armonía para escucharme y sentirme vivo.
Es mi pequeña puerta a mi yo interno, es mi yo pescador.
Hasta que llega una trucha a morder mi mosca, momento en que recuerdo la frase del querido Mel Krieger, "QUE NINGUN PEZ INTERRUMPA MI PESCA".
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