¿Cuantas pescaste hoy?

Qué difícil es responder esa pregunta que frecuentemente me hacen mis cercanos,  no por orgullo,  si no porque sencillamente dejó de importar la cantidad o el tamaño.    Siempre trato de explicar lo inexplicable, del porque me gusta pescar, antes de responder acerca de los resultados de mi reciente jornada de pesca.  Un preámbulo que visto desde quien pregunta es una clara evasiva a la pregunta y que le infiere una inequívoca respuesta… “¡¡¡me fue maaaal !!!”.
No sé si todos llegamos a lo mismo o buscamos lo mismo tras la pesca, cuando pescar en sí no es más que un pasaje para dejar las masas y adentrarnos en nuestro espacio individual.    Es frecuente que contra mas apasionados seamos por la pesca, mas busquemos estas instancias individuales para poder tener mejor percepción del entorno, volver a esos estados primarios donde nuestra sobrevivencia dependía de ello, pero que en los tiempos de hoy tiene la connotación de un espacio mas espiritual.  Donde como pescador podemos concentrarnos  en satisfacer nuestro instinto cazador, entre otras necesidades del alma.
Pero lo realmente sorprendente viene cuando estoy envuelto en la naturaleza, donde mis  sentidos se agudizan y presto atención a todos esos pequeños y grandes detalles que en otro estado me eran imperceptibles.  Esos eventos que hacen de mi jornada de pesca un día único, espectacular.
Como ver el amanecer y el despertar de la vida junto a un río, ver nutrias nadar sobre el pozón que pesco, un coipo arrastrando alimento a su casa, un zorro en su recorrido por comida, una pequeña ave que revolotea y canta enojosamente para alejarme de su territorio, un pudú tratando de transitar a mi costado o contemplar cuando un Huemul macho en frente mío (mientras me he mantenido en sigilo)  dio la señal para que su familia abandone la seguridad del bosque y salieran a pastar en las verdes praderas,   aprovechando los últimos rayos de luz del día.  Entre otras muchas cosas.











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Desde hace muchos años que siempre me va bien, pero no por haber pescado gran cantidad de peces o por haber atrapado el más grande, si no porque encontré plenitud  en la vida junto al río y porque mi instinto de cazador lo puedo cultivar y perfeccionar sin matar a mi contrincante, por medio de la pesca con devolución.
Pero sin duda los mejores días de pesca son aquellos en que me quedo hasta ver el ocaso, para luego disfrutar una amena charla y de un buen vino junto a mis amigos.   Abrigando la esperanza que el de arriba me volverá a regalar momentos como los vividos.

1 comentario:

  1. Ante lo expuesto, no es de extrañar que muchos seamos tildados de antisociales, egoistas, hermitaños, complicados, locos... cuando en el fondo sencillamente no han entendido de que se trata estar junto al río. O no han sabido comportarse en el río como el compañero que respeta nuestros espacios y tiempos individuales.
    Saludos

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